Hemos encarado hace muchos años la defensa de de nuestros valores, de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestras tradiciones, de muchas cosas que para ser defendidas necesitan de una decisión irrevocable, de una voluntad sólida. Pero a veces nos preguntamos cómo seguir, qué más hacer, si no estaremos siendo captados también nosotros por la militancia virtual, por la abstracción de palabras que existen en una red que no está en ningún lugar y que tritura el tiempo en su fugacidad. Por eso debemos replantearnos las cosas cada tanto.
Si el mundo en el cual nos formamos como comunidad y como personas deja de existir, si las actitudes, los objetos, el arte; si todo el contexto que nos hizo ser lo que somos deja de existir, es lógico pensar que en el futuro ya nadie será como nosotros. Si los libros dejan de leerse, si las fotos dejan de mirarse, si las fiestas dejan de festejarse por haber perdido su sentido, la continuidad que nos llevó hasta aquí será definitivamente cortada, finalmente olvidada. El valor simbólico de las cosas decae y desaparece. Las palabras cambian de contenido, los objetos se destruyen, los recuerdos son degradados.
No obstante a veces ciertas cosas aparentemente intrascendentes movilizan algo en nuestro interior y así se rompe la inercia que va en un sentido negativo, como primer paso indispensable para comenzar a tomar la dirección contraria.
El gran viaje de millones de europeos a Ultramar, fue una odisea que todavía no ha sido descubierta ni considerada en su real dimensión ni por los propios europeos, ni por los muchos descendientes de europeos que han perdido la consciencia de su origen cuando no la repudian abiertamente. La tarea ha de ser conjunta de uno y del otro lado del mar, pero pareciera a veces imposible.
Es hora de hacer cosas concretas, de movilizarse aunque más no sea alrededor de algunas pocas cosas simbólicas al principio. Cosas que trasciendan los embutidos y las pastas, las sardinas y la paella. Hacerlo significará más para nuestra forma de vida de lo que creemos. No valoramos nada de lo que hemos recibido por el sacrificio de nuestros abuelos, lo estamos dilapidando y algún día nos vamos a arrepentir seriamente de haberlo hecho. Y ese día está muy cerca. Hay una relación directa entre los problemas graves que tenemos y ese abandono. No es posible que nadie se dé cuenta, no es posible que nadie vea lo que está tan claro. En todo caso, si todavía existe alguien dispuesto a avanzar en tal sentido, ya seremos dos. Es un principio: jp_vitali@yahoo.com.ar y si no somos capaces de hacer nada al respecto, más vale que nos llamemos a silencio.
Juan Pablo Vitali
Publicado en: El Manifiesto
Encontrado en: Area Identitaria
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